¿ Quien responde por los servicios publicos de las comunidades de El Hatillo?
Comentarios, datos y noticias desde un municipio donde el urbanismo perdió los estribos.
Por César Cortez Méndez.
¿ Usted se recuerda de ese bucólico pueblo cercano a la ciudad capital? La moderna ciudad apenas desbordaba el valle del río Guaire en finales de los setenta y dejaba espacio para lugares como El Hatillo. Un asentamiento de origen colonial, e incluso precolombino, que para finales del siglo XX todavía conservaba su iglesia originaria (1766), el trazado hispánico de cuadras en cuadricula y plazas, varias casas centenarias y un sabor de antaño que atrajo a miles de caraqueños, orientales, occidentales y sureños.
En total ya son más de cien mil, y se espera otro tanto en los próximos 20 años, las almas que decidieron establecerse en las colinas de esta jurisdicción, ubicada en una cota que oscila entre los 1000- 1200 metros sobre el nivel del mar, aproximadamente.
La cifra de habitantes es producto de la implacable expansión de la Gran Caracas hacia todas las direcciones. Las victimas colaterales de este proceso urbanístico son la biodiversidad, innumerables fuentes acuíferas, el sinuoso paisaje de las montañas y especialmente, la calidad de vida de los habitantes
Un caos de trafico automotor, delincuencia, problemas en todos los servicios públicos es lo que encuentran quienes llegaron hasta El Hatillo en búsqueda de un respiro al modelo de vida urbano impuesto a partir de los ochenta del siglo XX. Se trata de una visión predominante durante la urbanización del este y sureste caraqueño, caracterizada por grandes espacios residenciales sin áreas sociales y poco o nulo contacto con la naturaleza. Una propuesta de espaldas a la tradiciones imperantes hasta entonces: desde el trazado hispánico o los conceptos urbanos aplicados en los cincuenta en el este caraqueño ( 23 de enero) e incluso un poco después (Caricuao).
Pero más allá las consideraciones teóricas, el problema tiene un rostro humano. Adriana Pérez de Solano, sustituimos este y todos los nombres citados para cuidar la identidad nuestros informantes, se mudó a una residencia ubicada, cerca de La Lagunita Country Club. La inversión le costó a ella y a su esposo agotar sus prestaciones de15 años de trabajo. En pocas palabras, embraguetarse a punta de sacrificios.
Adriana hizo la inversión porque pensó que a fin de cuentas viviría prácticamente en una de las urbanizaciones top de la capital, lejos de problemas como los que vivió en Pedro Elías Gutiérrez, los bloques del oeste donde se crió y conoció a su esposo
Tras dos años en el apartamento, Adriana se consuela con esperar que vengan tiempos mejores. Mientras tanto. con su hogar en La Lagunita y todo, tiene que pagar el agua potable a camiones cisterna y rezar para que no se le estropee el vehiculo. En esos días criticos, en los que todo se complica, ha tenido que pagar 150 bolívares por un trayecto de 20 minutos hasta la casa de una amiga, solo para usar su lavadora.
De paso mientras recibe la dosis de 4 horas diarias de tráfico automotor, la mujer piensa en como sería la vida si de pronto las calles que llevan hasta su casa fuesen un poco más anchas para albergar cómodamente a todos los conductores que van y vienen hasta el sureste caraqueño. Sin duda tendría mas tiempo libre para disfrutar su inversión
Asunto local
Adriana pasa las tardes observando el paisaje desde el tope de la colina donde construyeron su apartamento. Unas centenas de metros abajo, la situación no es muy distinta.
Muchas de las poblaciones más antiguas de El Hatillo, están ubicadas en el corazón de las montañas, obviamente, cerca de las fuentes de agua. En total pueden existir al menos 25 de estos viejos caseríos Allí el asunto hídrico también es un inconveniente
Juan “ Iguana” Estévez nació en el caserío “ Tusmare” hace 30 años . Recuerda que cuando era niño, todos tomaban el agua de la quebrada principal. Con el tiempo, la deforestación y la ausencia de un sistema de aguas negras y grises adecuado, les fueron limitando a los manantiales montaña adentro hasta que hoy en día su situación puede llegar al extremo.
“ Si siguen haciendo edificios en la cima de las montañas, nosotros vamos a ser los perjudicados. Parece que a los promotores y a las personas que compran les tiene sin cuidado las efectos que generan a su alrededor. Hay construcciones que nos secan el agua y de paso nos lanzan las aguas negras ¿ Quién controla esto?, comenta Estévez a la espera de un transporte publico que lo lleve hasta su trabajo. Todos los días hace un trayecto de menos de 30 kilómetros en tres horas.
2 comentarios:
Terrible...para volverse loco...increible.
Buen articulo CCM
Osvaldo
El hatillo
Ojala que las construcciones de El Hatillo que fueron intervenidas por el Gobierno Nacional,sean terminadas ademas de lo prometido a los compradores,cumplan con las normas ambientales en lo que se refiere a la reforestacion de taludes,calles y avenidas para cumplir con las normas establecidadas y recordar que hay una garantia monetaria o de seguros para dicho cumplimiento.
Faustino
El Encantado
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